Hay verdades de muy diversa ralea. Verdades inclonclusas. Verdades inmorales. Verdades verdaderas. Y también, por así decirlo, verdades incómodas, como pueden ser el cambio climático o la Memoria Histórica. Verdades que no queremos ver. Me atrevería a decir que, entre nosotros, en nuestra aldea global, ciudadanos torrevejenses, estamos viviendo una real y verdadera verdad incómoda: carecemos de proyecto de ciudad. No sabemos bien hacia dónde nos dirigimos. Sé que esto ya se ha dicho en numerosos ámbitos sociales y culturales. Sé que ha quedado muy bien reflejado en el lenguaje político de todos los signos. Y también sé la dificultad que entraña poner en valor esa frase a la que me refiero. Hablamos de sol, de sal, de playas, de turismo, de hostelería, de servicios, de agua desalada… e incluso ya estamos hablando de drones. Creo que nos quedamos en mera estética lingüística. Y estoy seguro de que las cosas se hacen con buena fe e infinita voluntad. Pero se esfumó el pobre embrujo que tenía este pueblo y ya nunca se volverá a rescatar, creo. ¿Por qué? Porque nos falta creer en Torrevieja; nos falta adherirnos fielmente a su corto legado histórico; nos ha faltado visión tal vez para diseñar en su momento una ciudad con alma; nos ha faltado valentía y coraje para para disentir del criterio único y todopoderoso de los cerriles de siempre, y haber ordenado nuestras calles, nuestras plazas, nuestros rincones, nuestras calas, nuestro paisaje y paisanaje, en definitiva. Sé que no es nada fácil reorientar el modelo de ciudad en el que nos ha tocado vivir, por mor del dominio burlesco de unos pocos que han pisoteado ideas diversas o meramente contrarias a las suyas. Y sé que todo esto que digo no es más que filosofía barata. Y lo asumo. Pero al menos puedo escribir con libertad y decir que a nada conduce el parcheo sobre parcheo, a pesar de las reales dificultades existentes. También sé, certeramente, que durante muchos años lo público se plegó a los intereses privados. Y por eso nos encontramos donde estamos: en un callejón casi sin salida. Aceptemos que desde fuera nos pueden ayudar honestamente, desde los estudios de la Universidad de Alicante hasta el actual embajador cubano, pasando por nuestro catedrático Vera Rebollo. Creo que por ahí van los tiros, acertadamente. Indaguemos en el alma de esta ciudad, que sí la tiene, y nuestras futuras generaciones nos lo agrdecerán. Estoy convencido.
Nota final: Y ahora, amigo Rodolfo, ya tienes tu anhelado espacio propio. Ponte a crear y lanzar ideas sin parar, hasta que la mente aguante.
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Verdades incómodas
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